Hace un par de noches tuvimos un encontronazo cara a cara, nada amistoso, con la Madre Naturaleza.
Demasiados días llevaba yo diciendo que menuda maravilla de primavera, el no tener que andar lidiando con el hielo, la nieve… hasta hoy.
Nada nos hacía presagiar la que se nos venía encima en nuestro camino hacia el sur, atravesando Montana y Wyoming con toda tranquilidad, con un sol radiante y sin apenas tráfico, como es habitual.
El asunto empezó a cambiar cuando llegamos a Denver, Colorado. Una pequeña tormenta de verano nos daba la bienvenida con algo de granizo, pero nada fuera de lo normal.
Cuando dejábamos atrás la ciudad, justo al pasar junto al aeropuerto, curiosas formaciones de nubes, de extrañas formas e impresionante tamaño comenzaban a aparecer.
El dato es significativo porque siempre me he visto atraído por los fenómenos meteorológicos, y de manera anecdótica solté: “¡Qué raro!, no me suena haber visto nunca algo así, será por la altitud... (Denver está a unos 1.600 m)”.
Proseguimos nuestra ruta, dirección sureste, hacia la esquina que forman los estados de Kansas, Oklahoma y Colorado, donde nos encontrábamos.
Al dejar la interestatal para adentrarnos por carreteras algo más sencillas, y acompañando la puesta de sol, allá hasta donde abarcaba la visión, que en Colorado eso es mucho decir, grupos de tormentas parecían prepararse con disimulo, esperando la complicidad de la noche para dar rienda suelta a su ira.
El único momento de calma que tuvimos en todo el día.
Unas dos horas más tarde, comenzó en solitario el espectáculo de luces. Cientos de rayos, que viajaban entre las nubes, y otros que bajaban hasta estrellarse contra el suelo, empezaron a alumbrar al unísono, dejando durante minutos claridad suficiente para ver con total nitidez el color de la hierba, del asfalto, como si se tratase de las cuatro de la tarde.
La tormenta eléctrica duró horas hasta que comenzó a llover y granizar, alcanzando el tamaño de bolas de ping-pong, haciendo que muchos coches intentasen resguardarse bajo puentes y cobertizos.
Entonces apareció el ingrediente estrella, viento huracanado por encima de 130 km/h.
En ese preciso instante, cuando dejábamos atrás Lamar, me tocó parar en una báscula de pesaje (que es donde el “Maestro de la báscula” comprueba que el peso del camión y la carga están dentro de los límites legales. Por cierto, ésto del “Maestro de la báscula” me suena un poco a personaje de “Dragones y Mazmorras”).
En el momento que paré el motor para llevar los permisos a su oficina, una especie de pequeño tornado vino a una velocidad increíble levantando un tubo de polvo, toda el agua de los charcos que se iba encontrando a su paso, así como algunas maderas y plásticos llevadas en volandas. La sacudida fue tal, que las paredes del trailer se movían como si fuesen de papel, aparte del tremendo vaivén en la cabina y un ruido ensordecedor como de succión, que hicieron que comenzase a pensar que aquello no iba a ser “otra tormenta más”.
Una vez dentro de la oficina de la báscula, el Scale Master le echó un vistazo al mapa meteorológico y me dijo: “Esto no tiene buena pinta, hace tiempo que no teníamos una tomenta de éstas, de hecho, ya hemos tenido alerta de tornados ésta mañana y creo que la van a volver a poner ésta noche”. Genial.
Escapando por lo pelos de otra ráfaga huracanada como la anterior, me metí en el camión y proseguimos hacia Oklahoma, siguiendo paralelos a la línea de división con el estado de Kansas. No os podéis imaginar lo que me estuve acordando toda la noche de Dorothy, Toto y resto de la pandilla psicodélica de Oz.
Puse la radio para ver si comentaban algo, y mis peores presagios se hicieron realidad en forma de alerta del servicio de meteorología de Colorado. Todas las radios repetían una y otra vez el mismo esclarecedor mensaje:
“Dos severas tormentas que llevan horas descargando y retroalimentándose sobre el sureste de Colorado, Norte de Oklahoma y oeste de Kansas, van a empeorar y juntarse en una sola en breves minutos dando paso a posibles tornados en la zona, vientos huracanados, granizo del tamaño de medio dólar, y fuertes descargas eléctricas. Esto es una advertencia del comité de seguridad formado de urgencia. Bajen a los sótanos, si les queda algo de tiempo pongan a cubierto a su ganado o incluso llévense consigo a algunos animales (la suegra, el cuñado que viene los viernes a cenar…). Vamos a proceder a un corte del suministro eléctrico para evitar males mayores. El servicio se reestablecerá en cuanto sea posible. Buena suerte, que Dios os bendiga”.
Una auténtica gozada para el que viaja dentro de un camión de veinte metros de largo y lamentablemente, sin sótano.
Lo que vino a continuación es posiblemente lo más parecido al Apocalipsis que se puede ver en la faz de la Tierra.
He visto tormentas importantes en mi vida, en el Mediterráneo a finales de verano, en Castilla, galernas del Cantábrico con muy mala uva, en Italia, e incluso experimentamos varias del Medio Oeste en Missouri el año pasado, pero lo de antes de ayer, no es comparable ni de lejos.
El espectáculo era dantesco, todas las luces apagadas, todos los pueblos vacíos, y un momentáneo silencio sepulcral que hacían vaticinar la que se iba a líar.
Comenzó a diluviar y a granizar con la mayor virulencia que he visto en mi vida, así que como el resto de camioneros (los únicos incautos que andabamos por la carretera en esas condiciones), decidimos detenernos en un área de descanso, ya que la visibilidad era casi nula.
De nuevo cientos de rayos, en todas las direcciones, cayendo algunos a escasos metros de nosotros, hacian retumbar el suelo como si de un bombardeo se tratase, y mientras, y aunque no los vimos, tres tornados hacían estragos en varios pueblos próximos, como hemos podido leer hoy en la prensa.
Finalmente, ante semejante panorama, decidimos quedarnos allí mismo a dormir (y a tirar fotos).
Aunque no lo parezca, ésto era a mediodía, cual boca del lobo...
A la mañana siguiente la imagen no era muy alentadora, granjas, casas y locales dañados por la tormenta, vallas, tendido eléctrico por los suelos. Fue devastador.
No había vuelto a estremecerme por una tormenta desde que era niño, pero el no saber a ciencia cierta a lo que nos enfrentábamos y hasta donde podía llegar aquello, hicieron de esa noche un evento memorable, de esas situaciones de las que no te olvidas fácilmente.
Para completar una semana de sucesos meteorológicos notables, ayer, mientras cruzábamos Lubbock, en Texas, de nuevo volvieron a dar la alerta de tornados, y otra vez cruzamos un par de tormentas, ésta vez a la luz del día, con conatos de formación de tornados en plena carretera, realmente impresionantes. Creo que las imágenes hablan por sí solas.
Lo dicho, si viajar por carretera es complicado en el norte durante el invierno, no es mucho más apacible el verano a través del Medio-Oeste o el sur norteamericanos.
Desde luego, aburrirse, no se aburre uno.
Hoy, "disfrutando" en Laredo de un soleado día a 45ºC, con unas "reparadoras y frescas" noches por encima de los 30ºC. Me voy a enganchar otra vez el suero, que me deshidrato...
11 comentarios:
Javi, un cielo como los que encuentras en Norte America, no los encuentras en ninguna parte. Por muy aburrido que parezca el terreno, siempre hay un cielo para compensar. Os salen unas fotos magnificas!
Un saludo!
RT
What an awesome time you had Javi, from the tranquil sky in the Colorado sunset picture to the threatening sky in the 'moody Texas', and all the storms in between.
I'm not crazy, but I would have loved to have been there.
I hope sally was ok.
Take care, drive safe.
Más que los fenómenos metereológicos en general a mí me gustan las tormentas. En Black Snake Moan sale una muy sugerente.
Saludos
Ese peazo de nómada!!!
Aquí la cabezabomba desde los mandriles, alucinando con las fotos que nos cuelgas hoy de la vista.
Dan bastante miedo; yo siempre digo lo mismo, no hay nada que me dé más miedo que un tornado, pero qué no daría yo por ver uno!
Coincido con Roger; el cielo abierto de por allí tiene un "no sé qué" muy espectacular. Pero nosotros hace unos días recorrimos Nebraska, Colorado y Wyoming, y la verdad que el terreno también tiene mucho que decir.
Impresionante historia e impresionantes fotos, En México no se forman tornados, pero en algunas zonas se forman algo que llaman Tolvaneras, que es un montón de arena que la ves venir poco a poco con vientos enormes y cambiantes de dirección que hacen que el coche en la carretera se mueva de un carril a otro en un instante.
Pedazo de Post eres un crack.
Sigue asi.
Felicidades por el reportage! Unas fotos fantásticas, y un texto buenísimo, parecía que estaba allí. ¿Qué cámara utilizas, y filtros?
Buff, Javi, esta tormenta debió ser fuerte porque ayer salió hasta en el telediario alemán...
¡Cuídate!
SO AMAZING! MEN, SOME DAY I WOULD LIKE STAY IN THE SAME PLACES LIKE YOU, AND FEEL THAT SENSATION. DRIVE SAFE MEN.
¡Gracias, Roger!, lo dicho, a ver si nos vemos por CO, ko?.
Take care!
Thanks, Mick!, Sally wasn´t too happy with all of that noise...
Missing you both down here,
See you!
¡Bienvenido por aquí, Bluesman!, muy buen blog sobre blues.
¡Un saludo!.
¡Aleeeeeex!. ¿Cómo va la vida por MadriZ?, jejejeje
Si quieres, te compro un tornado por aquí y te lo mando por FedEx, ok?
¡Un abrazo grande para los dos, cobardes diodenales!
Pues cuidadín con las tolvaneras, Santy. De esas también se ven por aquí, y pueden ser muy bestias.
¡Un saludo, compare!
¡Gracias, Kakymony!
¡Gracias, Marc-Daniel!, Nikon D40, filtros standard UV, y postprocesado en Photoshop.
Pues eso parece, Gabacha. Por lo visto, también apareció en le televisión rusa, y ya teníamos a la familia de Inga preocupada.
Al final fue incluso más bestia de lo que pensaba.
¡Un abrazo!
¡Gracias, Mariano!. Es que las que se lían por aquí son para andar con mucho ojo. Cuando ves gente local acostumbrada a lidiar con ésto, con la preocupación que llevaban esa tarde, te planteas muchas cosas. Respeto y prudencia, ante todo.
¡Un abrazo para los dos!
Hola Javi! Veo que no te cansas de aventuras, jejeje ...
En 2005 me fui de picnic al otro lado de la frontera con el estado de Wisconsin (andaba yo por MN en aquella época) y de golpe y porrazo me encontré en medio de una tormenta parecida: el cielo se volvió verde y yo pensé que de allí no salía. Por suerte había una casa cerca con sótano, y allí nos cobijamos todos durante una noche completa. Como dice Roger Trucker los cielos (y las tormentas) de Norteamérica no hay en ninguna parte.
Un abrazo y happy driving!
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