Teniendo en cuenta que llevamos casi tres meses viviendo exclusivamente en el camión, a excepción de un día de hotel, creo que puedo empezar a hacer balance de lo que supone éste curioso
modus vivendi.
El resumen sería, sorprendentemente cómodo. Quitando los primeros días de adaptación (como en cualquier mudanza), el reducido espacio se convierte en una acogedora cápsula vital.
Si bien es cierto que depende de la persona, hay una serie de factores que ayudan a que ésto sea posible.
Primero, y posiblemente el punto más importante, el auténtico puntal de la vida en las carreteras americanas. Los
truck stop o parada de camioneros, no tienen ningún equivalente similar en tierras europeas (quitando alguno en cierta autopista alemana próximo a Offenburg), y ofrecen toda una serie de servicios que hacen posible nuestro nómada estilo de vida.
Dedicaré un post en breve a los truck stop, pero para el de hoy, me vale con apuntar que podemos cruzar unos veinte al día (dependiendo de la ruta), lo que facilita el acceso a cualquiera de ellos, y para tranquilidad de los que llevamos un vehículo de semejantes dimensiones, suelen contar con una media de 100 a 150 aparcamientos.
Cada día, cuando repostamos combustible tenemos derecho a una ducha (o pagando unos 8 o 10 dólares), y es donde encontramos una de las mayores diferencias con las áreas de servicio europeas.
Las duchas tienen acceso mediante un pequeño teclado numérico, y aparte del tamaño, similares a una pequeña habitación sin cama, están realmente limpias (mejor que algunos hoteles), y por norma general cuentan con buena presión y temperatura del agua.
Las truck stop suelen tener servicio de lavandería. Por unos 10 - 12 dólares contando lavado y secado, puedes tener toda la ropa lista en más o menos una hora.
Aparte de ofrecer duchas, lavandería, conexión a internet (¡imprescindible!), pequeño supermercado (algunos tan baratos como los que encuentras en la ciudad), salones de descanso con proyector de películas... tienen el típico restaurante, del que hace bastantes semanas no hacemos uso, y que nos da pie para entrar en el tema gastronómico.
La carne en América, especialmente en el centro, es fantástica, pero después de unos cuantos menús a base de carne con patatas y distintas variaciones girando en torno a lo mismo, lo mejor que se puede hacer es cocinar por tu cuenta.
Tenemos nuestra nevera, microondas y un pequeño grill eléctrico dentro de la cabina, así que nuestra dieta se basa en ensaladas combinadas con algunos buenos quesos que encontramos por ahí, sandwiches "home style", tortillas de atún "especialidad de la casa", y fruta en cantidad.
Aparte de ésto, tenemos nuestro mapa particular de los mercados asiáticos que encontramos en nuestras rutas, y en los que solemos equiparnos con variado
dim-sum,
gyozas y distintos arroces.
Ya sé que rodar por una carretera americana comiendo
xiao long bao no es muy auténtico que digamos, pero para gustos, colores ¿no?.
Ésto es lo que me entra en el cuerpo cuando encontramos buena comida asiática...
Tan pronto como entramos en el "corredor de los burritos", es decir, la franja que comprende los 100 kms. al norte de la frontera mexicana, solemos dedicarnos todo tipo de chimichangas, burritos, jalapeños rellenos y demás delicias, que tengan pinta de auténtica comida casera.
Dejando el tema gastronómico, pasamos al del espacio (que podéis ver en fotos
aquí).
Siendo como somos los dos, no precisamente jugadores de baloncesto, la cama es más que suficiente (la litera superior la usamos de armario), y al contar con aire acondicionado y calefactor autónomo (aunque el pobre lo pasa mal a partir de -30ºC), descansamos y dormimos a pierna suelta.
En cuanto a las sensaciones personales, una de las cosas que más aprecio de ésta situación es vivir, como decía abatido el bueno de John Rambo en un arranque de inspiración: "día a día".
Nuestros planes no se proyectan mucho más allá de un periodo de 24h.
Una avería, un accidente, el tráfico, cambio de planes por parte del cliente o cualquier complicación meteorológica, hacen que te tomes las cosas de otra manera, con más calma.
Hoy sé hacia donde voy, ¿mañana?, ya se verá... pues eso mismo tendríamos que aplicar por norma en nuestras vidas cotidianas, en las que solemos vivir más en el futuro que en el presente, y que genera una presión que no nos deja afrontar el día a día con la energía que deberíamos.
Hay cientos de pequeñas cosas que disfrutar, y que ignoramos por culpa de la velocidad interior que solemos llevar.
En cuanto a vivir dos personas en seis metros cuadrados, pues hay días, como en cualquier otra situación.
Las mañanas las suelo pasar conduciendo mientras Inga duerme, y solemos tener nuestros momentos de "independencia" cuando uno está con el ordenador y el otro leyendo, o viceversa.
Procuramos andar todo lo que podemos en cuanto disfrutamos de unas horas de parón, así que en general es más llevadero de lo que pueda parecer a primera vista.
Lo mismo que se echan de menos ciertas costumbres de la vida en una casa, como esos domingos por la mañana de bajar a por el pan, y disfrutar plácidamente de la prensa en el sofá sabiendo que te espera una buena comida por delante, o las charlas con los colegas cualquier tarde, sé que cuando algún día deje la carretera, echaré de menos despertar, abrir las cortinas y ver la nieve en lo alto de las Rocosas mientras desayuno, ciertos paisajes, disfrutar de cada salida y puesta de sol, o esa sensación de saber que quedan tres mil kilómetros por delante mientras conduces por una solitaria carretera de Wyoming...
Supongo que todo tiene su momento en la vida, y éste desde luego, intentamos disfrutarlo todo lo que podemos.
Sin mucho más que añadir, y sentados bajo una copiosa nevada en Denver, Colorado, espero que éste post os sirva de referencia para entender lo que significa la vida "on the road".
¡Un abrazo enorme!