Sin nada de tráfico, ni una luz a la vista, ni siquiera las típicas granjas o cobertizos abandonados, nada, mitad reserva india, mitad tierra de nadie, cubierto todo con una importante capa de nieve, que gracias al espectacular cielo estrellado y la luna, hacen que puedas vislumbrar en la oscuridad todas las siluetas de las colinas próximas o los pocos árboles que hay por la zona.
Bajo los acordes, si no recuerdo mal, del último álbum del cantautor americano Jackson Browne, vemos aparecer en el arcén, expectantes pero tranquilos, con ese aire de seguridad que no muestra ningún otro animal salvaje, tres enormes lobos, dos de ellos blancos, que con las luces del camión y el reflejo de la luna, alumbraban como un faro desde la costa.
Pero no quedó ahí el asunto. El motivo de ésta entrada es el recuerdo imborrable que me ha dejado lo que sucedió una hora más tarde.
Inga se había marchado a dormir, y me encontraba dándole vueltas a mis pensamientos, en calma, tras varias horas sin cruzarme con otro vehículo, cuando veo en la distancia en mi carril, una figura que se movía a gran velocidad en mi misma dirección.

© Lynn M. Stone
El tamaño era considerable, y la velocidad sorprendente, yo circulaba a unos 90 km/h. y me estaba costando darle alcance.
Cuando llegué a unos 100 metros pude verlo con claridad. Un enorme lobo ártico, o lobo blanco corriendo como alma que lleva el diablo por mi carril.
Me aparté para "adelantarle", y él siguió sin inmutarse hasta que me puse con él en paralelo, y entonces decidió torcer la cabeza, mirando al camión durante unos segundos sin perder el ritmo que llevaba.
No sabría decir lo que pesaba el animal, pero os aseguro que jamás me había imaginado un lobo de semejante envergadura. Ahora cuando lo recuerdo lo veo como a cámara lenta, con ese increíble pelaje blanco, y esa potencia asombrosa que lo lanzaba, casi sin tocar el suelo, véte tú a saber a que velocidad.
Parece una bobada, una mera anécdota, pero llevo pensando en ese lobo desde ese día, y para rematar la faena, hoy veo la portada del National Geographic de Marzo, y resulta que en el artículo principal hablan de la sorprendente crecida de la población de lobos en el área de Montana, llegando a haber ahora mismo, más de 1.500 de ellos fuera de los parques naturales.
El debate está servido. Están empezando a caer cabezas de ganado, y muchas asociaciones de cazadores están pidiendo que se abra la veda sin limitaciones, pero por otra parte, volver a ver al lobo reinar en las que eran sus tierras ha llevado años de proyectos fallidos intentando la repoblación, así que por el momento, las autoridades solo advierten a los ciudadanos que pongan algo más de cuidado del habitual cuando vayan a dar una vuelta.
Resulta que el regreso del lobo ha traído consigo una mejora del ecosistema, debido a que no comen más que una parte de sus presas, dejando el resto disponible para otros carroñeros u osos, dejando éstos en paz a otros pequeños mamíferos, y favoreciendo igualmente al aumento de pesca en la zona.
También ha cambiando las costumbres de los renos, etc... que ahora no se acercan a determinadas áreas próximas a algunos ríos, por miedo a ser más vulnerables, lo que ha ayudado la reaparición de vegetación que sirve ahora de hogar y alimento para otras aves, castores...
Así que por ahora, la lucha vuelve a quedar entre los intereses materiales del hombre y lo que le interesa a la naturaleza. La seguridad del ganado privado, el disfrute de poder abatir a unos cientos de lobos por diversión... veremos a ver como evoluciona el tema en unos meses.
Yo me quedo con la majestuosa visión de ese enorme lobo blanco, guarda protector de la tierra según los indios americanos, corriendo libre en medio de la noche por las llanuras de Montana.